Roberta Neiman:
Luego de haber incursionado en la fotografía en los Angeles California, su ciudad natal, Colorado y Nueva York, abandonó esta ocupación para dedicarse por 25 años a la arquitectura y al diseño, hasta que en 2005 Roberta Neiman decidió que quería darle un giro a su vida y volver a la fotografía, para lo cual pensó que debía buscar un lugar tranquilo e inspirador.
Anteriormente ya había estado en Oaxaca, donde tiene una ahijada, por lo que no lo pensó más y decidió que este era el lugar en el que deseaba estar por su sol y su colorido. Sólo por tres meses, se dijo y al pasar estos, planeo otros tres más, luego seis y ya lleva cinco años y ahora prefiere ya no fijarse plazos. “Estaré por tiempo indefinido”, dijo.
Desde entonces ha trabajado con organismos de mujeres aportando lo que sabe hacer y ha realizado distintos trabajos personales también, exponiendo algunos en el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo.
Neiman, quien tiene entre sus fotógrafos favoritos a Graciela Iturbide, Alfred Stieglitz, August Sander, Man Ray, Karsh Yousif, Edlander Elsken, Bresson Cartier y Harry Callahan en este momento de su vida se considera una persona plena, feliz y realizada y aunque no habla de ello a través de su mirada clara se asoma un dejo de tristeza que le viene de un pasado que prefiere no recordar, aunque dice que el presente es la suma de ese pasado.
Admiradora de la Obra de Octavio Paz y quien tiene entre sus libros preferidos El laberinto de la soledad, del novel mexicano, venía buscando la tranquilidad en Oaxaca y tuvo que vivir aquí el convulso 2006, lo que sin embargo vio como un acto esperanzador, “mi corazón estaba con los maestros que perseguían un cambio, luego vino la tristeza, porque no pasó nada”, comentó y agregó que aunque ella estuvo viviendo bien durante ese tiempo, sintió el sufrimiento de la gente por todo lo que les pasó.
De la fealdad a la belleza, con los ojos del corazón
De trato amable y cordial, Roberta Neiman se muestra un tanto insegura porque piensa que no se da a entender muy bien en español, le cuesta pensar rápido en este idioma, dijo, pero aceptó la entrevista en su casa del barrio de Xochimilco, donde también es su lugar de trabajo y en este momento prepara su próxima exposición, una serie sobre los cables de distribución de energía eléctrica.
Sobre esta serie, recuerda que cuando llegó a Oaxaca en 2005, le pareció un hermoso Valle rodeado de montañas. Al ir de su casa en San Felipe al centro podía ver las construcciones, las montañas, como un todo armónico. Sin embargo, toda esta belleza era rota por la maraña de cables que pasaba arriba, algo feo.
Pero, de tanto verlos, despertaron en ella una nueva sensibilidad, comenzó a descubrir en ellos formas singulares. Supo que algunos representaban parte de la historia de la ciudad.
Los cables tenían formas abstractas. En esa maraña se podían descubrir formas caprichosas, universales, geométricas. “Esto me ayudó a abrir los ojos del corazón y enmarcando esta visión en rectángulos pude admirar lo que como una común espectadora no había podido, rememora Neiman colocando sus dedos índices y pulgares de ambas manos en forma de rectángulo a la altura de sus ojos.
Esta visión Neiman la considera como un paso adelante en su carrera y piensa que esto se lo debe a Oaxaca, pues en el pasado, su fotografía era distinta, ajustada a otra idea estética, los planos que trabajaba eran distintos en los años 70 cuando fotografío artistas como Bob Dylan, políticos o paisajes. En Oaxaca, aseguró, con todos los colores y formas sutiles y abstractas que encontró su fotografía ha cambiado.
Y explica que para hacer estas fotos usó una cámara digital Canon 5D EOS porque esta le puedo dar el formato rectangular que buscaba. Son fotos que tienen un mínimo de retoque en Fotoshop, el cielo, la luz y los colores de Oaxaca hacen que esto no sea necesario, también el papel en el que imprimió, dijo, ayuda al resultado final.
Nota publicada originalmente en Tiempo
"Narrativa Urbana"
Los alambres que flotan en la superficie de las fotografías de Roberta semejan mapas agitados, telarañas urbanas tejidas y suspendidas arriba de nuestras cabezas.
El hecho de enmarcar este paisaje incomprensible para la mayoría de nosotros, el hecho de abstraerlo y fijarlo, nos informa de una profunda relación entre la sensibilidad y los ojos de la autora, el tiempo y el espacio. Con esto nos obliga a admitir la horrenda bellaza del caos, los códigos, las presencias y formas sugerentes, las ausencias, el vacío. Roberta nos sugiere mirar otra vez y detenidamente esta enredada maraña que, por estar tan presente en nuestra vida cotidiana como un elemento más de nuestro tan deteriorado paisaje urbano, no le ponemos atención, y mucho menos podemos considerar la posible belleza en este confuso encordado.
Las formas tan sugerentes, los juegos de luz y sombra, los espacios vacíos, la ilimitada variedad de figuras geométricas como ventanas vacías o abiertas, los pasos tan perdidos que olvidaron sus zapatos colgados en tendederos eléctricos.
Una estrella fugaz, un cometa que a su paso por el firmamento quedó atrapada en la red flotante. Mástiles de barcos fantasmas varados en las esquinas de cualquier calle.
Lo que observamos es efímero y cambiante, porque en la calle raras veces nos detenemos a contemplar las posibilidades estéticas de este entramado y al ir caminando o en movimiento, se convierten en meras sugerencias apoyadas en el espacio, como fantasmas de lugares imaginarios que lentamente se desintegran en nuestra memoria.
La fotografía de Roberta es un artificio contra la muerte, suspende el tiempo y captura el momento fugaz para darle un presente tangible, permanente. No hay nada en estas imágenes que sea impreciso o tentativo, todo lo contrario; como en un poema todo tiene un sentido y es estrictamente irremplazable.
René Bustamante
Octubre 2010
Exposición del centro fotográfico Álvarez Bravo, M. Bravo 116 esquina García Vigil en Oaxaca, Oax. México.
Nota: Por Gabriel Reyes
Curador de Arte Diseño y Artesanía en viximexico.com
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